Sunday, July 8, 2012

Al elevar una oración


Cuando oramos, la Palabra dice claramente que lo hagamos con un corazón humilde y contrito entregado al Padre, cuando a veces nos desesperamos oramos porque nos impulsa la desesperación y la confusión de la situación, y las otras veces ¿Qué? ¿que nos mueve a orar? ¿ un anhelo del corazón, una petición sincera y de corazón humilde y contrito entregado en pleno al Todopoderoso? Oramos porque es nuestra guía para comunicarnos con el Señor, no porque sea como un servicio expreso de entregas, cuando oramos debemos tener en cuenta dos cosas que lo hacemos porque así nos hablamos directamente con el Padre Celestial y dos porque lo hacemos así para rogar por una petición y esperando que Dios nos responda por esa petición hecha en oración. ¿pero cuando la petición no llega como un federal “express”, al minuto nos enfadamos y no vemos porque no llega al tiempo que nosotros queremos o sea para ayer según nuestro criterio, bastante estrecho por cierto, y olvidamos sobretodo que nosotros estamos al servicio de quien nos creo y nos deja despertar a un nuevo día y que nos ha dado salvación y perdón al enviar a Jesús, para que El pagara por nuestros pecados con Su Sangre. Olvidamos que Dios no es un sirviente nuestro a nuestras ordenes al instante e inmediatamente, NO, es al revés, nosotros nos tenemos que humillar ante El y elevar nuestras oraciones con humildad, aprender a ser humildes de corazón, dejar a un lado el orgullo, la pedantería y la soberbia. Estas cosas no agradan a Dios, y tampoco hacen nada bueno de nosotros y mucho menos dice nada bueno tampoco de nosotros. Seamos humildes, sencillos de corazón antes de elevar una oración a Dios para que nos guie sea cual sea la respuesta de la petición que elevamos a sus pies. Que nos conceda la aceptación y sobretodo la paciencia para saber esperar el tiempo que El disponga para responder a nuestra petición. Porque, siempre llegara una respuesta aun cuando no la entendamos de momento, recordemos que Jehová obra siempre para bien y que nunca falla ni llega tarde ni demasiado temprano, llega al tiempo justo y con la bendición que su bien tiene para nosotros. Nunca dudemos de su bondad ni de su justicia porque es perfecta y soberana. Demos gloria a Su Bendito Nombre, siempre sea cual sea la respuesta a nuestra oración, y aprendamos a orarle con un corazón humilde y humillado a sus pies y demos gracias por su bondad y misericordia por los siglos de los siglos. Amén.



Escrito por

Rebecca Vila Cano





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