Apariencias
Al ver la imagen de abajo me hizo meditar en lo siguiente. ¿Por qué se desprecia tanto a las personas con sobrepeso? ¿Cuál es la razón si Dios no hace acepción de personas y nos hizo a todos por igual a su imagen y semejanza? ¿Por qué nosotros lo hacemos? La sociedad en la que vivimos desde tiempos pasados se ha hecho objeto de burla a las personas sobrepeso, tanto en los medios de comunicación televisión, radio, prensa escrita, etc. ¿Tanto importa la apariencia física? Esto es carga de una sociedad estrecha de mente y que obedece a los “códigos de la moda” en donde todo el mundo tiene que estar en la línea de lo contrario esta fuera del “circulo exclusivo” de estar “in”. Se ha creado tanto y tanto repudio por estar sobrepeso que se ha puesto el “sello” de que este grupo de personas no merecen ni amor, respeto, compañía, amigos y todo lo que una persona tiene derecho a tener por simplemente estar en este mundo. Estar sobrepeso no es pecado mortal ni se le falta a ninguna ley. Antes de burlarnos de una persona sobrepeso pensemos que ellos son creación de Dios, que Él los ama porque tienen un corazón que vale la pena y un alma preciosa que vale la Sangre de Jesús. Que esa persona sobrepeso puede llegar a ser un amigo incondicional, que es una fuente de sabiduría e inteligencia, un hombro en donde desahogarse sin ponerte en ridículo. Que puede llegar a ser el amor ideal, a pesar de su apariencia porque tiene en su interior unas cualidades y de sentimientos capaz de enamorar a cualquier que pueda ver más allá de lo que los ojos físico llegan a ver. Todos y cada uno de los que habitamos el mundo tiene propósito y derecho a ser la persona que Dios creó gordos, flacos, blancos, negros, europeos, orientales, latinos o americanos todos fuimos hechos a su imagen y semejanza con la única diferencia de algunos rasgos para que hubiera distinción o sea la sal de la tierra.
Dios nos ama a todos por igual sin excepción, por eso uno de sus mandamientos nos exhorta a amaras a tu prójimo como a ti mismo. No hace excepciones todos somos iguales ante Él un corazón y un alma al que Dios anhela entrar y morar en él.
Escrito por: Rebecca Vila Cano